Por: Maricelis Rivera Santos
Fundadora y CEO de Access All Services (AAS)
Uno de los grandes errores que cometemos las personas, las empresas y las oenegés es restarle importancia en el orden de prioridades al proceso de comunicar. La comunicación no se improvisa, debe planificarse casi con disciplina espartana.
No planificar estratégicamente la comunicación puede producir resultados no deseados o hasta negativos que degeneren en factores de crisis. A muchos nos ha pasado que subimos una entrada (post) a una red social sin lograr lo que esperábamos o tenemos que editarlo y, a veces, hasta borrarlo porque lo hicimos por impulso no por una estrategia bien definida. No deberíamos darnos ese lujo.
La planificación estratégica de la comunicación en una empresa permite dar una mirada analítica y aportar a cumplir los objetivos y metas que se buscan alcanzar.
El proceso requiere en primera instancia investigar, monitorear, medir y auditar. Hay que conocer en profundidad a la organización y su ecosistema: su operación y cultura interna, sus ‘stakeholders’, sus públicos, su mercado, el país, el entorno internacional, las potenciales oportunidades y las amenazas. En la comunicación también es preciso trazar objetivos medibles y alcanzables. Los objetivos no se cumplen solo por ponerlos en papel. Hay que delinear estrategias y tácticas con un calendario que conozcan todas las partes responsables. Definir mensajes claros y los canales de comunicación que tienen mayor efectividad es clave, al igual que establecer el presupuesto para cada iniciativa y hacer evaluaciones periódicas. Un plan es una guía; si algo no funciona hay que detectarlo y revaluarlo.
Para que cumpla su propósito, el Plan de comunicación debe efectuarse mediante procesos participativos. Las y los relacionistas licenciados son los profesionales con el conocimiento para estructurarlo y ponerlo en funcionamiento con éxito.
El Plan de comunicación debe ser piedra angular en toda organización.