El Día de los Tres Reyes Magos de Oriente es una de las tradiciones más significativas de la cultura puertorriqueña. Es maravilloso contar a los peques de nuestro entorno, cómo unos personajes mágicos llegan en camello a dejar regalos como hicieron hace dos milenios para honrar al niño Jesús. Llevarlos a buscar la consabida yerba en cajas de zapatos, acostarles temprano y a media noche, cuando estamos seguros de que cayeron rendidos, convertirnos de alguna manera en esos magos.

Jamás olvido las peripecias que tuve que hacer para dejar los regalos debajo o cerca de la cama de mi niño, sacar la cajita de zapatos y regar algunos rastros de la yerba para a la mañana siguiente explicar que los camellos son un poco descuidados.

Sin duda, lo mejor era ver el rostro de felicidad al descubrir que los Reyes habían venido a la casa, todo junto a la algarabía y la inocencia.

Las visitas de los Reyes a distintos puntos de la isla, las promesas de Reyes y la celebración de Juana Díaz con sus vistosos atuendos y su sentido de espiritualidad son también momentos de mucha alegría en esta época.

La alegría que traen consigo los Tres Magos de Oriente es tremendamente necesaria estos días tan aciagos de nuestro Puerto Rico, no por los regalos, sino la necesidad de tomar una pausa, reflexionar y compartir en familia, especialmente con los más pequeños.

Creo que un día como el del 6 de enero, deberíamos vestirnos con el traje de los Reyes—aunque sea solo en nuestra imaginación—y ayudar con artículos de subsistencia a alguna de las muchas persona que necesitan. Pero, sobre todo los invito a obsequiar alegría.